Un simple fallo en AWS fue suficiente para tambalear a Base, la blockchain respaldada por Coinbase, y varios proyectos clave de Web3. Este incidente resalta la dependencia aún masiva de la infraestructura centralizada, cuestionando si las criptomonedas están verdaderamente listas para prescindir de los gigantes de la nube.
El 7 de enero de 2025, una interrupción del servicio en Amazon Web Services provocó un fallo en cascada en Base. Los usuarios de la plataforma constataron que sus carteras mostraban un saldo de cero, una situación que generó inmediatamente una ola de pánico en las redes sociales. Los fondos no habían desaparecido, pero la imposibilidad de acceder a ellos bastó para alimentar la inquietud.
Base comunicó rápidamente para tranquilizar a su comunidad, precisando que no se había producido ninguna pérdida de fondos. El problema provenía de un error de visualización relacionado con la infraestructura de lectura de datos de la blockchain, dependiente de los servicios cloud de AWS. Las transacciones on-chain permanecieron intactas, pero el acceso a través de las interfaces de usuario estaba comprometido.
Esta situación pone de relieve un fallo fundamental: aunque la propia blockchain funciona de manera descentralizada, las capas de acceso, las API y las interfaces de usuario a menudo dependen de infraestructuras centralizadas como AWS, Google Cloud o Azure. Cuando estos servicios fallan, la experiencia del usuario se desploma con ellos.
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El incidente Base-AWS no es un caso aislado. Numerosos protocolos DeFi, exchanges descentralizados y proyectos Web3 utilizan servicios cloud centralizados para alojar sus frontends, sus nodos RPC o sus sistemas de indexación. Esta dependencia crea un punto de fallo único, en contradicción directa con los principios fundadores de la blockchain.
Ethereum no escapa a esta crítica. Según ciertos análisis, una parte significativa de los nodos de Ethereum funciona en AWS. Una avería importante podría teóricamente comprometer la capacidad de la red para producir nuevos bloques o validar transacciones. La concentración geográfica y técnica de los validadores también plantea interrogantes en términos de resistencia.
Las layer-2 como Base, Arbitrum u Optimism amplifican este problema. Dependen de infraestructuras off-chain para agregar las transacciones antes de publicarlas en Ethereum. Si estas infraestructuras se apoyan en proveedores cloud centralizados, la promesa de descentralización se vuelve ampliamente teórica para el usuario final.
Ante esta constatación, emergen varias pistas. La primera consiste en diversificar los proveedores de infraestructura. En lugar de concentrar los servicios en AWS, los proyectos podrían repartir sus nodos y frontends entre varios providers, incluyendo soluciones descentralizadas como IPFS para el alojamiento de contenidos o redes de nodos distribuidos.
Las soluciones de almacenamiento descentralizado como Arweave o Filecoin ofrecen alternativas creíbles para alojar las interfaces de usuario. Varios proyectos DeFi ya empiezan a duplicar sus frontends en estas redes, garantizando un acceso continuo incluso en caso de fallo de los servicios tradicionales.
La multiplicación de puntos de acceso RPC también representa una prioridad. Servicios como Infura o Alchemy, aunque prácticos, crean cuellos de botella. Animar a los usuarios a hacer funcionar sus propios nodos o utilizar agregadores RPC descentralizados mejoraría la resistencia global del sistema. La avería de AWS en Base habrá tenido al menos el mérito de recordar una verdad incómoda: el Web3 sigue siendo aún ampliamente tributario del Web2.
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